Wednesday, August 30, 2006

El escandalo que no fue y no se reportó, la CIA y 9/11


En las dos últimas semanas no ha habido cobertura en los diarios de Puerto Rico, sobre el escándalo que no fue y el que es. Me explico. En el Washington Post, periódico de envergadura nacional y otros medios salió a relucir que la persona que reveló al periodista Robert Novak la identidad "secreta" de Valerie Plame supuesto agente operativo de la CIA, no fue Karl Rove principal consejero político del Presidente Bush, ni el Vicepresidente Cheney, ni su jefe de agenda "Scooter" Libby, ni nadie de la Casa Blanca.

De acuerdo a los periodistas liberales David Corn y Michael Issikof fue Richard Armitage, Subsecretario de Estado y quien ya lo ha admitido en público, que "de forma pasajera" soltó la información a Novak. Pero entre toda la prensa liberal además de Corn y Issikof se persistió en crear un caso contra Karl Rove como el delator y perpetrador del crimen. El problema es que a pesar de que es un delito revelar la identidad verdadera de un operativo de la CIA Valerie Plame no era un agente secreto sino una analista, cuyo esposo Joe Wilson era muy orgulloso de dejarle saber a todo el mundo la naturaleza de su trabajo. Era muy sabido en los círculos sociales de Washington, D.C. que la Sra. Plame trabajaba en la CIA. Pero más importante aún es que la revelación de su identidad no salió de la Casa Blanca como por tres años se llevaba en la prensa.

El escándalo se utilizó como prueba de que la administración de Bush actuó de forma vengativa contra Joe Wilson, destruyendo la carrera de su esposa, por haber dicho que no encontró prueba alguna en Niger de que Saddam Hussein había enviado un emisario para procurar material de uranio para seguir con sus planes de desarrollar un arma atómica. Pero más que nada la historia se utilizó en la prensa liberal para reforzar el argumento de que Bush mintió sobre las razones para ir a Irak.

El problema surge por que el Sr. Wilson fue enviado a la misión de Niger por recomendación de su esposa. El Sr. Wilson no tenía experiencia en investigaciones científicas del tipo requerido en este caso. Con aprobación del Director de la CIA, George Tenet, Wilson fue a Níger y regresó con un informe que decía prácticamente nada y por tanto no afirmaba ni podía contradecir las sospechas contra Saddam.

Es aquí cuando comienza la trama y donde se pueden ver las divisiones internas que existían en la administración Bush. Tanto el director de la CIA George Tenet, el Secretario de Estado Colin Powell y su subalterno Richard Armitage se oponían a la intervención en Irak y eran dentro de la administración del bando que se oponía a los llamados "neoconservadores".

Pero eso fue sola una, y ni siquiera la primera, de las razones que se consideraron en la acción contra Saddam. La fuente que Bush citó fue el servicio de inteligencia británico, que hasta este día sostiene que fue cierto que Saddam procuró material nuclear en Níger. El escritor de izquierda Christopher Hitchens, que solo en cuanto a la intervención en Irak apoya a Bush, ha comprobado en artículo tras artículo la complejidad del caso de Irak y la verdad sobre el caso Plame-Wilson. El señor Wilson terminó como consejero en la campaña del oponente de Bush, John Kerry y del que se sospecha trabaja desde un principio.

El otro lado de la moneda de ese escándalo es la fusión del primero con el segundo, la realidad del 9/11 y el intento del aparato político de los Clinton en aplastar el derecho a la libertad de palabra y expresión pública.

La cadena televisora ABC ha producido un “docudrama” titulado “The Path to 9/11” (Camino al 9/11) basado en los resultados de la “9/11 Commission”. El reporte de la bipartita “Comisión 9/11”, y hay una diferencia entre bipartita y no partidista, ha demostrado no importa como se mire, que el grueso de los errores y condiciones que llevaron a la catástrofe del 9/11 se dieron bajo la administración Clinton. Aunque la catástrofe se sirvió en los primeros meses de la administración Bush, se cocinó bajo la de Clinton. Es historia.

Durante el proceso de la llamada “9/11 Commission” bipartita, distinción importante de una no-partidista, se quiso asegurar que el reporte por su composición sería aceptado por el público y de que no se utilizara por un partido para atacar al otro, por tanto una representación equitativa de ambos partidos en la comisión. Sin embargo se incluyó en el panel a la abogada Jamie Gorelick del Departamento de Justicia bajo cuya jurisdicción estaba el FBI, y quien construyó la pared legal que prohibía durante la administración Clinton el intercambio de información entre la CIA y el FBI.

Otro personaje que participó como testigo en su caso fue el National Security Adviser (Consejero de Seguridad Nacional) Sandy Berger, quien fuera quien en nombre de su jefe Clinton se opusiera a muchas de las acciones que hubieran hecho posible no solo capturar a bin-Ladin sino detener del todo la operación terrorista que bajo sus narices se cuajaba. El señor Berger fue luego arrestado y convicto por haber robado y destruido documentos del National Archives que lo implicaban por su falta de acción y la falta de propósito y de imaginación de parte de la administración Clinton para luchar en la guerra que al-Qaeda había declarado oficialmente contra los E.U.

Ese escándalo no se cubrió en la prensa con el mismo entusiasmo que se cubrió por tres años el no-escándalo de la “agente” Valerie Plame; en Puerto Rico ni se diga, ni en los centros espiritistas. Poco o nada se cubrió sobre el hecho de que bajo la administración Clinton se ponía en práctica la prohibición a la CIA de utilizar o asociarse con informantes “personajes inescrupulosos” o del bajo mundo, lo cual hizo imposible penetrar a al-Qaeda y la obtención de inteligencia humana (“humint”) y se recurrió a la sola dependencia en medios tecnológicos, los cuales tampoco (aviones de control remoto armados) se utilizaron por consideraciones políticas electorales.

Sin embargo, a pesar de que hay culpa para repartir entre todos, el aparato político de Clinton ha desarrollado una campaña dedicada a re-editar, y sino a suprimir del todo, la transmisión de ese programa de la ABC. Desde una avalancha de negaciones por parte de algunos principales en el caso, Clinton, Sandy Berger, Madeleine Albright, contradichas por testigos presentes, hasta una carta amenazadora contra la licencia de la emisora enviada y firmada por un grupo de senadores demócratas, la intención de suprimir la libertad de palabra y re-escribir la historia es verdaderamente desconcertante.

Como quiera que se pinte, la administración Bush llevaba a pena 9 meses en el poder y de esos meses hay que descontar casi más de la mitad debido al proceso normal de transición, restándole aún más meses por el hecho de que la disputa electoral por Gore retrasó aún más los procesos de “clearance” (aprobación) por parte del FBI para el equipo de Bush.

Cuando los fundamentalistas islámicos declararon guerra a occidente, por verlo como la mayor amenaza a su cultura, lo hicieron a sabiendas que utilizaban los beneficios de la misma cultura que odian. Usaron la prosperidad y los avances tecnológicos de occidente para atacarlo, usaron sus aviones y computadoras y también sus medios de comunicación, la prensa.

Los verdaderos escándalos no son los ya mencionados sino la complicidad de una prensa de línea tratando de presentar un solo lado de la historia. Incautos antes esta nueva amenaza cuasi-fascista islámica, la prensa, convertida en una de pesca incesante de escándalos que ahora hasta los fabrican cuando no los hay, no se encuentra disponible para informar al pueblo. Pero aún más, lo importante en todo esto es ver como la prensa se ha convertido en el instrumento ideológico y partidista de una generación. No es tan problemático lo que cubren sino lo que dejan de cubrir.

La democracia depende de una prensa libre de prejuicios. Si no comencemos todos entonces a depender de Al Jazeera y del departamento de propaganda de al-Qaeda. Hoy día un ex-Presidente de los Estados Unidos quiere suprimir el derecho a la libre expresión para cambiar la historia. Nos quiere llevar allí, al mundo de la intimidación política, el mundo ciego contra la maldad que nos rodeaba antes de 9/11. Y la prensa liberal partidista permanece en silencio.


Y en Puerto Rico seguimos durmiendo bajo nuestra burbuja.

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