Sunday, October 29, 2006

EL ESTADO en CUBA (es FIDEL)


Respuesta al Profesor Héctor Meléndez

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Es tiempo harto ya de que la izquierda de academia se desosifique de la Guerra Fría. Cargando esqueletos ideológicos y muertos en vida como el mismo Fidel Castro es hoy día, hay sectores que por orgullo intelectual o por información selectiva todavía no han llegado a términos con el fracaso del socialismo ideológico en el mundo.

Alrededor de la revolución cubana se ha construido toda una mitología adrede. No hablamos de las construcciones resultado de los multifacéticos y complejos procesos políticos, económicos y culturales sino la construcción consciente desde un programa propagandístico de una historia a medias. Desde la mitificación de la guerrilla rural como principal y casi única vertiente revolucionaria contra Batista, hasta la canonización secular del Ché, producto de redacciones oficialistas de su diario de guerrillas y “brand name” iconográfico que ni las mejores firmas publicitarias de Madison Avenue hayan podido soñar, hasta la fantasía de Fidel como gran humanista, el discurso sobre la historia de la revolución cubana ha sido un discurso controlado y construido por el estado y un estado controlado por sobre de quien la narrativa se trata, Fidel mismo. Son dos generaciones de intelectuales también quienes han sido amamantadas con la propaganda mitológica de una Cuba socialista.

La revolución cubana nunca fue una revolución socialista. El movimiento revolucionario que llevó a Fidel Castro al poder fue un movimiento pro-constitucionalista y pro-democracia. Las masas populares y en su mayoría urbanas y de clase media le otorgaron su apoyo al movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel porque Fidel era en esencia de su propia condición de clase, educado en los mismos colegios, estudiante de la universidad principal del país. Lleno en su retórica, durante y hasta poco después del triunfo guerrillero, de perogrulladas y promesas democráticas Fidel llenó un espacio político abierto para el o para cualquier demagogo desde un espacio de centro, de clases medias, profesionales y con la simpatías de un campesinado al cual se le prometió una reforma agraria de propiedad privada y no de colectivismo estatal.

En Cuba no hay y nunca ha habido socialismo. Lo que existió desde la usurpación del movimiento revolucionario por los hermanos Castro desde un principio y hasta hoy es Fidelismo. La clase militar dominante en Cuba lo es no en virtud de su dominio propietario ni ideológico sino por virtud de un sistema de intimidación y de gulags. Ese sistema represivo no es solo usado contra el pueblo sino contra los mismos que un día están al lado de Fidel como que al otro día puedan caer en desgracia política. No solo han sido anti-castristas de “derecha” los que han experimentado la furia de Fidel. Son muchos los creyentes en el socialismo no-fidelista, social-demócratas, socialistas liberales, cristianos pro-justicia social y demócratas populistas los que han llenado las cárceles políticas de Fidel. Ciudadanos de esas mismas tendencias fueron los que se alzaron contra Batista.

La disidencia mundial de izquierda en su época desde Jean Paul Sartre, Simón de Beauvoir, organizaciones políticas, laborales y de escritores de los países socialistas de Europa, hasta y en especial hoy día los que pasaron por el “real socialismo” de la “Cortina de Hierro” todos han condenado las violaciones de derechos humanos en Cuba. Las Naciones Unidas nunca la han removido de su lista de los más egregios violadores, tampoco Amnistía Internacional.

Pero los que llama el Profesor “espacios” para los afrocubanos parecen ser muy pequeños, tal vez de 3’ x 8’ pies, como la celda a donde ha sido condenado por 25 años el afrocubano Dr. Biscet. Precisamente por reclamar los mismos espacios políticos y derechos que sus hermanos de raza han conseguido en los Estados Unidos usando las mismas tácticas que usa el Dr. Biscet la “acción civil no-violenta”. El único afrocubano que remotamente llegara a alguna posición de altura en la dictadura fidelista fue el Comandante Juan Almeida, el cuál se atrevió a decirle a Fidel que sus planes económicos estaban basados en caprichos y no en consideraciones científicas y consultadas. Fidel lo arrestó en el acto. No sufrió cárcel por el escándalo que a nivel nacional e internacional se formaría, pero hasta hoy sufre de arresto domiciliario y de vez en cuando lo sacan a pasear junto a Raúl en una que otra marcha.

El recientemente rehabilitado político Ramiro Valdés ex ministro del Ministerio del Interior (MININT) está ahora a cargo de la Internet y la informática en Cuba. No, el Ministerio del Interior no tiene nada que ver con peces ni aves ni con la preservación de los recursos naturales del país. Es la checa, la KGB cubana de la cual Valdés era su Beria. Por el momento no espere usted foros en Granma, el único periódico nacional del país y órgano del único partido político en Cuba, el Partido Comunista.

Tampoco espere que familiares del exilio cubano dejen de enviar cientos de miles de dólares al mes en medicinas, desde aspirinas hasta las más recetadas para cubrir lo que el imaginado y fantasioso sistema médico de la Cuba fidelista no puede proveer. Tampoco espere que el pueblo cubano pueda ser atendido en la clínica privada valorada en millones que Fidel tiene al cruzar la calle de uno de sus cincuenta domicilios en la isla. Al igual que en la URSS la verdadera “cultura política” que ha “formado” la dictadura fidelista es una de corrupción a todos los niveles sociales donde rige una economía subterránea de canjeo de productos que roban de sus fábricas los obreros para intercambiar por productos que roban otros obreros de las suyas. Bajo cualquier reforma esta es una cultura que será difícil de cambiar.

El profesor aparentemente propone semejante alternativa cubana para América Latina y es de entenderse. El socialismo es fácil para los latinoamericanos, es como guante en mano. Es el equivalente en la izquierda del nacionalismo de derechas; una excusa para la imposición, continuidad o reinvención de gobiernos centralistas y a veces autocráticos, véase Venezuela, o Bolivia con el sueño nostálgico de volver a traer “el socialismo indígena”, cosa que nunca existió pero que le daría un poder único a Evo Morales. El llamado neoliberalismo no funcionó en América Latina porque el mercado libre nunca dejo ser controlado por medidas centralistas.

De igual modo, las alternativas que ofrece el profesor al final de su artículo son conclusiones erróneas pues parten de premisas falsas y demuestran con quien se identifica, y no es con el pueblo cubano. Los EE.UU. no tiene un bloqueo contra Cuba, ese es el término propagandístico que usa Fidel. No hay siquiera ni una canoa de la Marina de Guerra estadounidense bloqueando ni un pececito. El “embargo” es otra cosa. Pero el embargo no existe para la clase dominante fidelista en Cuba. Todos, desde Fidel hacia abajo en la nomenclatura, pueden obtener y comprar lo que deseen a través de las llamadas “tiendas diplomáticas” en las que el pueblo no puede comprar, o lo pueden recibir del exterior bajo el privilegio de las valijas diplomáticas, esto sin tener que añadirle el hecho de que Cuba compra directamente de otros países hasta productos “yanquis” usando la moneda del dólar, la “del capitalismo salvaje que promueve Estados Unidos”.

Es tal vez cierto que como me haya dicho un colega “en Cuba hay elecciones” lo que sucede es que hay una sola opción. En lo que va de este año la Guarda Costa de los EE.UU. ha contado tres mil ciudadanos cubanos lanzados al mar para escapar del paraíso del “real socialismo”. Cuantos han naufragado y murieron nunca se sabrá. El artículo del Profesor Meléndez aunque aparenta estar bien pensado, y de su honesta intención no hay duda, está sin embargo pensado desde las alturas académicas, posición que en cualquier régimen puede encontrar acomodamiento. Pero no está pensado desde abajo, desde las familias que sufrieron la muerte de seres queridos en aventuras militares en el África, o de más abajo, desde los neumáticos rodeados de tiburones que como sustitutos de urnas electorales se usan para votar con los pies. Señoras y señores de la izquierda de academia, como dicen en Castilla la Vieja, “snap out of it”. En Cuba lo que existe no es más que otra vulgar dictadura latinoamericana. Ya la más larga, duradera y represiva de todos los tiempos.




Thursday, October 26, 2006

La pobreza es el opio de los políticos



Se reporta que el Gobernador de Puerto Rico el Hon. Aníbal Acevedo Vilá "rechazó vehementemente que la solución a la crisis que enfrenta el País sea eliminar la beneficencia pública." La respuesta del Gobernador fue en relación a un editorial del New York Times en el que, entre otras cosas, se menciona como la economía de PR sufre por culpa de medidas y programas económicos anticuados que no se ajustan a la economía global de hoy.

Pero entre los puntos sobresalientes del editorial son el llamado a reconsiderar en PR los programas que han creado dependencia social a programas de beneficios y dádivas por parte de buena parte de la población. Estos programas desde los cupones hasta otros programas de beneficencia pública tanto del gobierno local como federal, han creado en grandes sectores del pueblo una cultura política donde los políticos se han convertido en mayordomos en la gran hacienda que es el gobierno. Y han creado también una falta de conciencia de que el gobierno es el pueblo mismo y sus contribuciones.

Aunque las anécdotas son cuestiones personales y no data científica cualquier persona en PR puede contar lo mismo. No hace mucho me encontré con una jóven de veintidós años y tres hijos, cada uno de un padre distinto. Cuando le pregunté, ya que ella no trabaja, quien mantenía a sus hijos me respondió “el gobierno”. Al preguntarle quien o que era el gobierno no me supo responder. Sin embargo, sabía por que partido iba a votar. El mismo partido por el cual su familia y padres han siempre votado.

Pero el peor culpable según el New York Times es el sector público. El gobierno de Puerto Rico se ha convertido no en el mejor sector de servicio al público sino en una de las mayores fuentes de empleo, a veces por el beneficio mismo de otorgar empleos. Cuando el pueblo no ve la conexión directa entre el sudor de su frente y la función efectiva del gobierno es porque existe la creencia de que el gobierno es algo separado. Esa separación es una sostenida y alimentada por los políticos que viven del gobierno como de una carrera profesional.

Aunque la realidad descrita por el editorial pueda servir de carne de cañón para quienes abogan por la independencia y ven en ella la solución al problema económico y social, basta solo con mirar a países libres e independientes como Cuba y Venezuela junto con el resto de América Latina, donde el centralismo y el ahora llamado populismo viven de la pobreza, para darse cuenta de que algo muy asentado en nuestra cultura política latina se nutre de un sistema cultural tributario y de dependencia gubernamental. La demagogia es la droga de las masas y la pobreza es el opio de los políticos. O mejor dicho, "politiqueros".

Pero lo descrito por el New York Times no es un reto u ofensa como la percibe el gobernador. Es una realidad. Las formulas económicas del PR pasado ya no funcionan, entre ellas la creación de una cultura de dependencia. La búsqueda de nuevas alternativas es una amenaza para quienes han vivido de los pobres tanto desde la Fortaleza como desde el Capitolio.