Friday, July 27, 2007

Las Playas y los Puercorriqueños

Pavlov tenía un punto cuando nos comparó a los humanos con perros. En sus famosos experimentos el famoso científico ruso descubrió que a los perros se les salían las babas con solo presentarles la idea de que iban a ser alimentados. Luego, muchos otros sicólogos descubrieron que los animales aprenden por las buenas o por las malas. Con sus manipulaciones de recompensa y castigo observaron como perros, monos, gallinas, conejillos de indias y demás cambiaban su conducta de acuerdo a lo que les convenía.

El amor por el método científico llevó a querer medir y experimentar con todo, hasta con la conducta humana. Pero en sus buenas intenciones estos científicos llegaron a ofender las sensibilidades humanistas que luego y como consecuencia de los desastres de la Segunda Guerra Mundial rechazaban cualquier comparación de los seres humanos con animales.

Aún así, los estudios comparativos han continuado y continúan: que si los delfines pueden comunicarse con nosotros, que si los gorilas y otros simios son inteligentes casi como los humanos y que los cerdos aparte de los últimos son los más inteligentes de todos.


Pero la lucha también continuó y continúa respecto a lo humano: que si los seres humanos son nada más que un mejunje de estímulos y respuestas, o que si son algo más complejo, capaces de elevarse más allá de los instintos creando un mundo de ética y estética. Por el momento no viene al caso cerrar este debate.

Lo que si viene al caso es que el punto de vista humanista parece haber prevalecido hasta cierto punto. Y en las ciencias sociales y jurídicas el entendimiento y la compasión por las circunstancias humanas nos han llevado desde lo sublime hasta lo espantoso. Se trata de buscar todo tipo de entendimiento social y compasivo para explicar y excusar desde el sencillo robo hasta la masacre más espeluznante. Por otra parte, se nos quiere manipular creando necesidades falsas en una cultura de consumo comercial y, peor aún, de consumo político.

Pero en esta historia humana parece que Puerto Rico le ha llevado la delantera al resto del mundo con un producto cultural muy nuestro: el "ay, bendito". "Déjalo ahí", "Ponlo por allí", "No te preocupes que alguien lo recoge", "Eso es cosa del gobierno", "Yo no sabía na'", "Eso no es problema mío" son solo algunas de nuestras expresiones "muy humanas".

Apelar "al sentimiento cívico, o incluso patriótico" de los puertorriqueños para mantener sus playas limpias es uno de esos estímulos que los perros de Pavlov se pasarían por sus testículos. Apelar a lo animal parece hacer más sentido en este caso. Tal vez poniendo zafacones con letreros que digan, "Déjalo aquí o $500 de multa", "Ponlo allí o $1,000 de multa", "La basura tuya no es cosa del gobierno recoge lo tuyo o seis meses de sentencia limpiando playas" sería una forma de comenzar a reeducar al playero de la especie puercorricensis.
 
Por supuesto, esa preeducación hay que hacerla cumplir, o como al perro pavloviano con el tiempo al playero puercorriqueño le dará lo mismo una bombilla que una chuleta.

Tal vez haya una excusa, después de todo, en la falta de un sentido de propiedad pública en una población acostumbrada a que le den de todo sin exigirle nada a cambio. O tal vez si somos solo animales que pueden hablar, escribir y leer. Pero si los perros que son de menos inteligencia que los cerdos pueden aprender, ¿por que no se puede esperar más de los puercos?

http://www.endi.com/XStatic/endi/template/columna.aspx?c=253078

No comments: