¿Que la pasa a Clinton con Obama? Anoche hablé con uno de los viejos operativos de más alto nivel en la administración de Clinton (off the record). Quería saber su opinion de “insider” sobre el roce entre ambos y la manera fuerte en que Clinton le ha estado tirando a Obama, como dicen tirandolo “under the bus”.
Clinton, se puede decir, que ha sido el último presidente verdaderamente “Demócrata” en el estilo centralista y populista de ese viejo partido. Obama supuestamente representaba una nueva generación más práctica y menos partidista, que iba a mover al partido fuera de las manos de los Clinton. Asi fue que hizo campaña. En realidad lo que Obama representa es la superficial mezcolanza ideológica de la academia liberal de los últimos 30 años, la cúal habla un discurso populista pero es en realidad elitista y ve su misión política como una de vanguardia.
Clinton era constitucionalista y buscaba el medio y el “compromise” y lo lograba con la ayuda del otro lado del hemiciclo. Obama es anti-constitucionalista y busca regir, no gobernar. Su “approach” es completamente distinto. Es el presidente que gobierna a través Czares.
¿Pero que la pasa a Clinton con Obama? El problema es la cuestión racial. Esta generación de Obama acostumbrada a la deconstrucción y construcción de términos con el fin de crear realidades políticas alternas, usa a conveniencia los mismos terminos que rechaza al punto de que ya no tienen su valor original. El principal término es “racismo”. Es una baraja que se usa cuando no tienen más ninguna. Y esa baraja la usó Obama contra Clinton en su campaña a favor de Hillary. El uso de esa baraja pudo haberle costado a Hillary la nominación. Pudo haber sido un acto de desesperación de la campaña de Obama, pero fue un golpe bajo.
Como dijera Bill, “They played the race card on me”. Esa maniobra más que ofender hirió a Clinton profundamente, después de todo el había sido nombrado “The first black president” por la escritora Toni Morrison. Y hay una diferencia entre estar herido y ser ofendido. Una herida cala y a pesar de ser subjetiva se siente objetivamente. Una ofensa se puede disculpar más facilmente. La ofensa, como el mal aliento, sale de la boca de quien la emite, no de quien la sufre, y dice más del que la comete que del recipiente.
Cuando uno ha dedicado una vida comprobada, desde jóven, a la defensa de los derechos humanos y contra males como el racismo, una acusación superficial de racismo hiere y ofende, por ser injusta. Pero el que ha luchado contra verdaderos racistas y ha sido por eso llamado “nigger lover”, “palm tree nigger”, y otros epítetos, sabe la diferencia entre un ataque personal debido a ignorancia y un ataque alevoso.
Por eso entiendo a Clinton. Cuando niño, al igual que Clinton, yo vi personalmente los letreros “For Whites Only” en las fuentes de agua en los parques de Carolina del Sur, y otras formas de discriminación racial. Clinton vió y vivió más que eso. Y para un hombre mulato, criado entre los privilegios de una vida entre blancos, beneficiario de las luchas por los derechos civiles que lo llevaron desde una juventud de drogas a Harvard, venir a acusar a Clinton de racismo no solo es hiriente y ofensivo sino el colmo de la desfachatez.
La herida cala porque ve uno, después de años de compromiso y lucha, como tal vez ha fallado el sistema educativo en no eliminar el racismo, sino como ha producido en su lugar “punks” que bandean una acusación tan seria para fines personalistas. La ofensa reside en saber que se usa adrede para intimidar del mismo modo que los verdaderos racistas usan sus epítetos.
http://www.reuters.com/article/2012/06/07/us-usa-campaign-clinton-idUSBRE85600420120607
No comments:
Post a Comment