Es común también ver a un empleado público trabajando en una zanja solo, mientras hay tres o cuatro “supervisores” o compañeros tomando café o hablando por móviles justo a su lado. No es poco común ver en barrios conocidos como pobres, como el caso de La Perla, techos con platos de televisión por satélite y carros nuevos. Instituciones de gobierno y museos cerrados, cuando en las guías turísticas dicen estar abiertos, es también común. El sentido de servicio al cliente en esas instituciones y aún en los mejores hoteles, es un sentido de servicio a la inversa. O sea, el empleado no está al servicio del consumidor del servicio ofrecido sino que el servicio está al servicio del empleado. En otras palabras, el consumidor del servicio no es la meta sino un medio, una molestia que hay que aguantar para aguantar el empleo.
El sistema de asistencia social se completa en un ciclo de elecciones, gobierno, uniones, y dependencia económica con el sistema federal de los Estados Unidos, mejor dicho, dependencia de los contribuyentes norteamericanos.
Ese sistema hace posible que los que pueden tener mas hijos no los tienen y los que no los pueden tener los tienen a cuenta de los que pueden. Aunque usted planifique su familia, usted termina pagando por la crianza de hijos que no son suyos. El ciudadano responsable termina con una familia que conoce y una familia extendida que no conoce pero apoya económicamente.
Ese sistema es un círculo vicioso sin aparente fin y sin lógica, excepto el de la auto-preservación del mismo lo que lleva a la irracional impresión de que un tercio de la población empleada trabaja en gobierno, un tercio son retirados del gobierno y el tercio restante vive de los dos primeros. En realidad, la porción que trabaja y vive pagando impuestos para sostener a este sistema en la isla va decreciendo a la vez que la empleomanía en el sector privado disminuye con el incremento en el cierre y vuelo de grandes empresas.
El tejido social sufre cuando gran parte de sus ciudadanos se crían bajo un sistema de valores donde creen que les corresponde por igual lo que otros obtienen por esfuerzo propio. Nuevas generaciones criadas bajo ese sistema, en parte por ciclos de mala nutrición, pobre educación y propias expectativas, quedan rezagados en la dependencia.
Ese sistema provoca un sentido de inseguridad social general, de crímenes violentos, falta de civismo, falta de cuidado de la propiedad y espacios públicos, basura por todas partes, el vuelo de cerebros y talentos, empleo y la ineficiencia en el gobierno basado en puestos repartidos de acuerdo a la política y no los talentos, la dejadez y la desidia.
Recientemente, mientras el archivo histórico permanecía cerrado por falta de mantenimiento en el aire acondicionado, el gran debate en la radio fue la “debacle” de no haber ganado “Miss Universo”. Excepciones notables al descuido gubernamental del patrimonio cultural son esfuerzos ciudadanos privados como el del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico y el del grupo de recreación histórica del Regimiento Fijo de Puerto Rico.
¿El futuro? En recientes visitas a Puerto Rico los candidatos Clinton y Obama ofrecieron a los puertorriqueños más dadivas y los políticos locales quienes se han convertido en la clase dominante y viven administrando ese sistema se regocijan. ¿El gobierno? En bancarrota.
El pueblo de Puerto Rico es un pueblo fuerte, trabajador, resistente, diverso, sus graduados y profesionales y sus talentos son bien cotizados. Su estirpe ha sintetizado lo mejor de tres razas y cuatro culturas. Pero quien quiera ver lo que un estado de “welfare” le hace a un pueblo debe estudiar a “Puerto Rico Welfare USA”, y a su nueva familia extendida.