Las palabras más ciertas que jamás se hayan dicho sobre y desde la "revolución" cubana fueron las dichas por Raúl Castro durante su coronación como Castro II, “Fidel es Fidel”. Tampoco hay mejor frase que la de esta tautología anti-dialéctica como para expresar el intricado acertijo atribuido a los franceses que dice "mientras más cambian las cosas más se quedan igual".
A pesar de que en un memo interno a sus reporteros la CNN les urge a reportar que Fidel “si trajo integración racial a cuba” la verdad es que “la revolución” no acabó con el racismo en Cuba sino que lo ha transmutado.
De hecho, el tejido social de donde hoy proviene la crítica social y política, revolucionaria y socialista en Cuba no proviene de los blancos y su continuidad político-racial, sino de la marginada población afro-cubana. Los mismos a los que no se les permiten entrar a los hoteles ni playas para los blancos europeos. De hecho, gran parte de los presos políticos son negros o mulatos.
Quienes mas críticos deben ser de este anacronismo en Cuba debe ser la izquierda americana. Desafortunadamente, y parafraseando a la fallecida y picaresca Gob. Ann Richards, muchos “no pueden evitarlo, nacieron con un pie antiamericano en la boca”. Pero el antiamericanismo de algunos americanos no es lo mismo que la realidad cubana, no importa como Michael Moore se la imagine.
Se entiende lo difícil que resulta darse cuenta que uno ha sido engañado, en especial cuando es un auto-engaño. Por eso se entiende la pena de algunos en la izquierda mundial en enfrentar la verdad. Pero el cambio en Cuba no es cuestión, contrario a lo que diga Frei Betto, de si el capitalismo va o no a regresar a Cuba. El capitalismo ha estado operando en Cuba hace tiempo. Lo que sucede es que es un capitalismo de estado militar que no está abierto al pueblo y que es de propiedad y operado por una elite de militares ricos.
No es que uno quiera un capitalismo bruto e inhumano para Cuba. Solo sería bueno que los capitalistas militares que hoy manejan a Cuba acepten que son capitalistas y democraticen ese capitalismo para el resto de los cubanos. Pues, al igual que en el resto de América Latina, el fracaso de la economía en Cuba no es por el llamado neo-liberalismo, sino por la centralización del capital y la falta de capitalismo democrático y popular.
La otra cosa que se ha dicho en Cuba, y que califica como una de las grandes idioteces dignas del “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, es la cita en grandes letras que aparecieron en Granma con el cierre de la Asamblea Nacional o confirmación de la sucesión: “Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos”. ¿Será esa la razón por la cual piden el fin del embargo? ¿Para alejarse más de los Estados Unidos?
La sucesión y la forma en que ha colapsado la revolución en una dictadura militar con capitalismo de estado para unos pocos, prueban que en Cuba nunca hubo una revolución sino usurpación. En realidad fue siempre una dictadura personal y caudillista.
La enajenación comunista
Hace pocos meses atrás el resto del mundo celebraba el Día Internacional de los Derechos Humanos, y el canciller de Cuba Pérez Roque anunciaba al mundo que Cuba finalmente firmaría acuerdos internacionales sobre derechos humanos, con algunas excepciones por supuesto. Al mismo tiempo una turba gubernamental atacaba a 12 manifestantes pacíficos pro los derechos humanos. ¿Qué les gritaba la turba? “¡Abajo los derechos humanos!”
Las camisetas mediáticas
Como dijera un comentarista, el poder en Cuba se ha convertido en una especie de “Buena Vista Social Club” para la clase "socialista" gobernante, una especie de imaginario nostálgico y exótico para académicos norteamericanos y el último refugio para los rezagados en las cunetas de la historia. Y mientras aquel grupo musical nos recuerda las deliciosas raíces de la Salsa, la rumba y la guaracha cubana, hoy día es el Hip-Hop salseado en Cuba el interlocutor rebelde de la sociedad joven. Hoy esa juventud que ha sido excluida de la estructura de poder y hasta reprendida por sugerir cualquier posibilidad de cambio es quien reta la dogmática ideológica.
Recientemente un grupo de jóvenes, utilizados como vitrina de apertura cuestionó fuertemente a Ricardo Alarcón, entre otras cosas, por que los cubanos no pueden viajar libremente al extranjero. Uno de los jóvenes vestía una camiseta con el signo “@”, una inteligente protesta contra el control de la Internet por la seguridad del estado. De alguna manera el video de ese encuentro le dio la vuelta al mundo causando gran vergüenza al régimen por la manera paternalista con que Alarcón contestaba.
El joven luego fue “invitado” a aparecer ante los medios, para “explicar” que no estaba criticando negativamente a la revolución y para negar el significado mediático de la camiseta. Si ese joven es típico de la juventud universitaria cubana, el futuro de Cuba es brillante. ¿Qué hizo el joven para asentir a la demanda del gobierno? Afirmó que su crítica no era contra la revolución sino a favor, para mejorarla. Para estos jóvenes las palabras “revolución” y “socialismo” quieren decir otra cosa. Apareció al programa vistiendo otra camiseta. No, no era una camiseta con el semblante del “Che”, ni Fidel, ni ningún símbolo del régimen. Era el rostro de Martí.
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